martes, 16 de julio de 2019

La asamblea como principio sindical y la huelga como herramienta de mejora.




Desde la convocatoria de la asamblea de fábrica del pasado 6 de junio se ha dado un proceso intenso y fructífero para cambiar la tendencia del malestar entre toda la plantilla. En este tiempo, tres asambleas y un periodo de huelga tras siete años sin realizar ninguna, han servido para retomar el camino de la lucha como única opción si queremos que la dirección nos respete y tenga en cuenta que la asamblea es soberana en la refinería.

Este proceso nos deja un acuerdo que pone las soluciones posibles en lo inmediato y recoge, cara al medio plazo, los siguientes acuerdos: aumenta la estructura de Producción en dos personas; incluye el criterio de que esta estructura estará siempre dando cobertura al turno; la formación de 75 personas antes del fin de 2020; la supresión del criterio de no dar permisos en las secuencias de parada y arranque; el compromiso de cubrir las ausencias de más de diez días entre el resto de colectivos (jornada de día y otros calendarios); la recuperación de dos personas que no se contrataron tras el último OPQ.

Este cambio de tendencia esperamos sea un punto de inflexión que sirva para iniciar el camino de la eliminación de las horas extras, del reconocimiento efectivo de los derechos de conciliación y al descanso de toda la plantilla. Cabe decir que este recorrido, al igual que el realizado para llegar a la situación de hartazgo que sufrimos, va a ser largo. También nos parece necesario poner de relieve algunas cuestiones que van a ser clave para el futuro de todo el colectivo.

En concreto, dentro del proceso iniciado el 6 de junio, hay un hecho que se puede calificar de insólito. Éste es el resultado de la asamblea del 20 de junio, en la que todo el comité consideramos válido para desconvocar las movilizaciones el texto consensuado con la dirección. Sin embargo, el resultado de esa asamblea es opuesto a esta postura, solicitando desde el colectivo a turnos que se complete la formación en el menor tiempo posible, pues los dos años y medio propuestos parecen excesivos.

La conclusión que sacamos de aquí es que se refuerza la asamblea como lugar de discusión y método de decisión, aunque haya que mejorar las formas, pues sirve para llegar a los mejores acuerdos posibles. Hay quien considera que esta situación desautoriza al comité. Desde nuestro punto de vista le refuerza para exigir lo que las personas afectadas reclaman. Además, obliga a la representación del comité a esforzarse en mejorar y a la dirección a negociar con un ente que no puede controlar.

Otro aspecto a resaltar es la gestión del periodo de huelga. Es inaceptable el abuso de la dirección a la hora de aplicar los servicios mínimos. Con su actitud de producir en nombre del abastecimiento se vacía de contenido el derecho de huelga. Es decir, podemos hacer huelga pero no sirve para nada, pues no afecta, excepto en esta ocasión por el retraso de la parada, a la producción. Para esto proponemos que la próxima convocatoria de huelga se plantee como una huelga activa hasta que la dirección acepte mantener la instalación a mínima carga operativa y a tanque malo, o en su caso inicie el paro de las unidades de manera efectiva en el periodo más corto posible.

Si la dirección no aplica este criterio, proponemos una asamblea permanente en la que participe toda la plantilla. En ella se quedarán también las trabajadoras y trabajadores que salen del turno, sin volver a su casa a descansar.  A la vez hace falta una adecuada gestión mediática, y no cejar hasta conseguir que la privación del sueldo sea proporcional a la pérdida de producción de la empresa. Sin esta relación habremos perdido una herramienta fundamental para el mantenimiento y mejora de nuestras condiciones  de trabajo.


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